lunes, 26 de julio de 2010

naturaleza y creencias

Desde el principio de los tiempos en que empezó a formarse, ese ser llamado humano, y a pesar de que es un producto de la naturaleza en la cual subsiste y se desarrolla, rara vez y en raras circunstancias, ha estado lo suficientemente integrado a la misma, como para comprenderla y aprehenderla.
Las distorsiones entre ser y naturaleza, han sido prácticamente hablando, unas constantes que se han dado a través de cientos de miles de años y que a menudo han distorsionado y siguen distorsionando la convivencia humana.
Cuando al principio de los tiempos las neuronas de los humanos empezaron a tener percepciones definidas y diferentes, empezaron a enraizarse en las mismas una serie de diseños más o menos traumatizante, en relación con su realidad, de animal humano y su entorno.
La fácil e ilusa interpretación de la integración a la existencia a través de Adán y Eva, ha sido en el mundo occidental, el más distorsionante de los conceptos existenciales. A partir de ahí, se inicia una saga continuamente distorsionadora de la realidad humanoide, y únicamente en estos momentos, se empieza a tener una percepción real de la naturaleza y del ser integrado a la misma. Se vislumbran sus principios, sus elementos básicos, su energía y su composición. El hecho fundamental para que este conocimiento se impregne y florezca en la mente de los humanos, es que nos hagamos el más profundo de los replanteos en lo que se refiere a nuestras creencias.
Las mayores obsesiones relacionadas con estas, surgen esencialmente, de los aspectos más irreales de la condición humana: las religiones.
Estas han ido emergiendo a través de los tiempos y en distintas geografías de diferentes maneras, pero siempre considerando la existencia de un ser supremo manipulador y omnipotente, que ha distorsionado la percepción del universo y de su propia condición al ser humano: ¿por qué esta acuciante y a veces angustiante necesidad…?
El vacío:
Es la sensación de vacío mental la que ha provocado la exigente e intensiva búsqueda de apoyos psíquicos que permitieran un asentamiento propio para explicarse la condición humana, esto en su autoconcepción de SER superior. Como tal, ese ser, ha tenido que buscar apoyos fuera de su entorno psíquico, creando con ello las más distintas y diversificadas imágenes mentales de seres superiores. Es decir: DIOSES.
Dado que el animal humano no conseguía explicarse los fenómenos absolutamente naturales que se producían constantemente en su entorno, necesitó crear fuerzas e imágenes que contextualizaran lo esencial de la fenomenología que podía construir su mente y su percepción del entorno y de su propia y limitada condición.
Su entorno y los fenómenos naturales que en él se producían necesitaban de una explicación que pudiera ser asimilada por su capacidad mental, cuando esto no se producía, se auto creaba soportes con un contenido fenomenológico que, más allá de toda explicación racional, era declarado y asumido como perteneciendo a un mundo cuyos poderes universales, estaban mucho más allá del control y la comprensión humana: los Dioses no se explican, están ahí.
A través de siglos y más siglos, la explicación del entorno humano y su naturaleza obedecía a los poderes sobrenaturales que imperaban en el mundo imperceptible, y de ahí fueron surgiendo las distorsiones perceptivas de la humanidad.
Para el troglodita todo era una fenomenología mágica, no podía comprender a menos que no perteneciera a su caudal de misterios, que una hembra perdiera sangre de entre sus piernas y que no muriera a causa de esa supuesta herida y que también, envuelto en sangre, pariera un ser humano, mientras que el mamut, atravesado por la lanza, chorreaba también sangre y se moría. Esa conjunción de supuestos efectos milagrosos como el fuego, como el rayo, como el trueno o la tormenta, como tantos otros efectos propios de la fenomenología del universo, mantenían vivo el asombro, el misterio y el fenómeno de la participación divina, inclusive el terror infundido por tamaños fenómenos para los cuales no existía una explicación viable y al alcance de la mente humana.
En la búsqueda de una explicación para estos fenómenos considerados sobrenaturales, el ser humano se creó un mundo en el cual apoyarse dejando a cargo de los supuestos poderes supremos la explicación de lo inexplicable. Para ello empezó a crearse las más diversas y sobrenaturales deidades. A medida que los tiempos transcurrían las respectivas civilizaciones fueron creando las deidades que mantenían las creencias sobre el más allá. Las implicaciones entre la vida y la muerte, fueron siempre cuestiones encadenadas. Los sumerios , acadios, hititas y otros, empezaron a plasmar sus creencias de una forma que fueron trascendiendo el tiempo, y particularmente originando fuentes de poder concentrado que fueron trasmitiéndose de una a otra religión y de una a otra generación. Orientándose particularmente hacia la concentración del poder, en lo político, en lo cultural y en lo económico, utilizando cuanta fantasía podía trasmitirse a través del pensamiento imponderable y explotando, en muchos aspectos, el terror que podía producir lo desconocido y lo inimaginable.
Fueron muchas y en diversas latitudes en las que, inclusive el terror a través de instituciones y asociaciones religiosas, impregnaron las sociedades alargando sus efectos nefastos a través de todos los tiempos. Y esto se refleja en todas las religiones: mesopotámicas, europeas, indo americanas, asiáticas, egipcias, las múltiples creencias africanas y las oceánicas.
Esta convergente necesidad humana de crearse potencias y/o energías in- aprensibles, originada en el desconocimiento de su propia realidad psicofísica, fue hasta un momento determinado de la evolución científica una necesidad que surgía a partir de la ignorancia de su propia condición. Este estado de ignorancia, propiciado por todos los círculos religiosos provocó una enorme cantidad de sanguinarios procesos incluyendo a todas las religiones.(matanzas entre judíos y cristianos, entre musulmanes y cristianos – las Cruzadas –, los sacrificios precolombinos, la inquisición, las guerras del Medio Oriente, etc., etc.) Esto, que es una realidad actual y palpable hace aún más incomprensible el hecho de que un sin número de personas de todos los continentes sigan abrazando determinadas creencias religiosas que lo único que implican en este mundo es destrucción, maldad e ignorancia, a pesar de la gigantesca evolución de las ciencias, motivo por el cual ya no existen zonas oscuras en la comprensión del origen del ser humano ni de su posterior evolución, ni la necesidad de explicarse un universo que está totalmente al alcance de su conciencia.
Es inobjetable que, dentro de esa multitud de personas afectas a cualquier tipo de religión, existan un buen número de seres de condiciones muy positivas. En relación con ellos, la pregunta es: ¿Por qué continuar dando crédito a una explicación de la creación que no guarda relación alguna con las realidades universales…? Todas las puertas están abiertas para cualquiera de estos seres cuyas dudas perseveren y puedan verificar racional y científicamente que el mundo no es obra de poderes sobrenaturales, ni de que existan los milagros.
Si entramos en las supuestas realizaciones de éstos últimos deberíamos empezar por tratar de que HERON de Alejandría nos dijera que participación ha tenido en cuanto milagro se realizó a partir de los años 40 d.C., tanto él como sus colegas, pues ya toda la parafernalia de sonidos extraños, de puertas que se abrían y se cerraban solas, de lágrimas de sangre o no, que aparecían en los rostros de las vírgenes eran moneda corriente entre los muchos inventos que él aportó “para estas nobles causas”.

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