miércoles, 13 de octubre de 2010

aviso a los navegantes

Si hubiera un premio Nobel para ser concedido al más idiota, sin duda lo hubiese ganado yo. Lo justificaría el simple hecho de que habiendo vivido algo más de 25 años en la República Argentina y habiendo sufrido los vaivenes que depara el promedio de la sociedad local, el hecho de haber regresado trayéndome toda mi disponibilidad económica (Dólares 300.000) y a mis 75 años aplicarlos en la construcción de agro turismo, próximo a Buenos Aires, en San Andrés de Giles, hace que esta, mi decisión se cuente entre las peores que un ser humano inteligente pueda tomar, a sabiendas por tantas anteriores experiencias que tal hecho solo podía acarrear problemas y más problemas.
Yo residía en una magnífica vivienda que me había hecho construir en una preciosa ladera de montaña de seis hectáreas de extensión, lindera don una urbanización ubicada en el municipio de Pratdip, llamada Planas del Rey, cerca de un puerto marítimo deportivo, Hospitalet del Infant, sin problemas gozando de un lugar espectacular entre gente cordial, de los cuales no tenía desconfianza alguna, no obstante esta especie de existencia de actividad rutinaria fue superada por mis constantes ansias de actividad creativa y de ahí mi auto sugerencia de volver a la Argentina, donde aún me quedaban afectos y familia. En la práctica este fue un error, yo diría que sin dramatizar, mortal.
Me plante en San Andrés de Giles, adquirí un campo, que pagué al contado, de ochenta y siete hectáreas.
Había decidido construir en él un centro de agro turismo, actividad en la que yo ya tenía una buena dosis de experiencia. El lugar era más que apropiado, dos bosques tupidos poblados de una variada arboleda y una enorme extensión de campo que tras los cristales del comedor que instalé parecían llegar hasta lo infinito. Esto lo inicié en el 2002. Dos años después estaba funcionando, previo a un corto proceso de selección, mi clientela la constituía gente de buen nivel y trato amable. Dos años después me diagnosticaron una grave enfermedad ocular: maculopatía. Esto hizo que me viese ante la necesidad de vender mi establecimiento.
A partir de ese momento comenzó un torbellino de estafa tras estafa empezando por el martillero OSVALDO BOTTA de Mercedes, a quien había dado una autorización de venta por sesenta días corridos, que venció sin haber tenido resultado alguno, quien de una forma indirecta, que yo en ese momento, dada mi estúpida confianza, ya que había avisado de que iba a intentar estafarme con unos supuestos derechos a una comisión que, ni remotamente le correspondía, no obstante y dada la carencia total de dignidad y de ética de algunos profesionales, casi consiguió (el tema aún se está debatiendo judicialmente) y así de este estafador fueron pasando algunos más, al punto que, de tener una disponibilidad producto de la venta del establecimiento, de más de $ 600.000.- , hoy me encuentro en situación de indigencia. Con una cantidad de juicios pendientes que ya llevan tres años y medio provocando una agonía constante en mi persona.
Ante todos estos infames hechos, condicionados a un sistema judicial que ve lo que quiere, me encuentro totalmente indefenso y por supuesto sin recursos.
Debería haber viajado con todo mi impulso creativo, más los U$S 300.000 de los que disponía, a Indonesia – Borneo – o a cualquier país africano, a cuidar colonias de monos bonobos u Orangutanes, en lugar de irme a la Argentina y construir un centro de turismo rural de haber tomado estas decisiones y llevadas a la práctica hubiera sido mucho más gratificante y positivo que dedicarme a construir un centro en el que los habitantes de estas tierras, especialmente los de la gran ciudad, tuvieran un lugar donde reencontrarse con la naturaleza y relajarse. Para empezar no hubiera tenido las traumáticas experiencias que la relación con algunos de los habitantes de esta tierra me deparó.
Más de 3 años perdidos, siendo reiteradamente robado y estafado por cuanto sujeto empecé a relacionarme siempre orientado a realizar cosas constructivas A este desastroso resultado contribuyeron no solamente los delincuentes con quienes lamentablemente me topé, sino que algunos profesionales de la judicatura, cuyos imparciales y abusivos criterios completaron un cuadro que hubiera llevado a cualquier ser normal a la peor y más agresivas de las actitudes.
De esta lamentable situación deseo dar una especie de aviso para que cualquier incauto o bien intencionada persona que de alguna forma desee realizarse en este país tenga muy en cuenta que después de haber tomado el máximo de las precauciones, aún serán pocas. Debe llevarlas al máximo de los máximos y hecho esto deberá tener cuidado aún cuando duerma.

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