jueves, 24 de junio de 2010

La travesía del charco implicó, especialmente para Sebas, que ya tenía veintitrés años, un tiempo alejado de toda actividad y preocupación, que le sirvió de catalizador de lo que, hasta entonces, había sido su existencia. Éste análisis que, de alguna forma, se encadenaba día tras día, lo llevó a considerar que en momento alguno había podido realizar o proyectarse en algo que fuese intrínsicamente originado en su propia voluntad. Excepto en rarísimos, intrascendentes y contados hechos, siempre había sido impelido por las circunstancias.
Las circunstancias habían determinado todo lo que hasta entonces había ocurrido en su vida. Sus ambiciones más legítimas y concretas: estudiar, capacitarse, nunca había podido realizarlas, siempre los acontecimientos externos habían determinado, prácticamente, cada uno de los pasos de su vida, y por supuesto, pensaba que lo mismo podría haber ocurrido con millones de vidas en circunstancias similares. Lo que en sí implicaba que la forma en la que se conducen las sociedades, llamadas evolucionadas, y quienes las orientan y dirigen, supuestos seres sumamente civilizados han cometido, y siguen cometiendo, y eso viene de siglos atrás, tremendos errores que día a día, pagan los que menos responsabilidad tienen en estos distorsionados hechos. Algo está mal, muy mal en lo que se llama civilización. Confundimos, la mayor parte del tiempo, civilización con adelantos técnicos y científicos, en lo que a esto último se refiere, es evidente que los mismos se han producido, especialmente en los dos últimos siglos, de una manera más que acelerada. La pregunta es… lo que puede llamarse realmente Civilización, progresión sociocultural y ética, apreciación con el máximo relieve de los llamados sentimientos humanos, ha seguido la misma progresión evolutiva…?? A mi criterio… NO.
Desde que aparecieron en las Cavernas de Altamira y las de Lascaux, y otras regiones europeas las primeras manifestaciones de una reproducción artística, en la cual surgen como obra del ingenio humano, ya trascendente, diversas representaciones del mundo que rodeaba aquella inicial sociedad “Neanderthal” y “Cromagnon”, siguiendo algunos miles de años después con los asentamientos urbanos, iniciados hace ocho mil años en la Mesopotamia, por Sumerios, Hititas y otros pueblos, acompañados en su tiempo con el alto desarrollo de la cultura y la técnica asiática, especialmente china, continuando con las manifestaciones creativas de los egipcios y culminando con la espontánea y rutilante germinación de la filosofía griega. Cuna básica del desarrollo cultural de la llamada civilización occidental.
Y es a partir de ese momento, tres mil años atrás, que tenemos que empezar a plantearnos que ha ocurrido con ese desarrollo intelectual, logrado y manifestado, en la Grecia Antigua. En términos generales y, substancialmente hablando, la mente de un griego del año 500 ó 1000 antes de Cristo, no difiere mucho en cuanto a conceptos y principios socioculturales, de la mente de un londinense, parisino o madrileño del dos mil diez, es más, y es muy probable que si analizamos los aspectos éticos sea más respetable la mentalidad del griego que la del cosmopolita europeo. Y es en este campo en donde la evolución ética no ha acompañado al tiempo científico.
El ser humano ha hecho todo lo posible porque ingerencias desnaturalizadas imprimieran en sus circunvalaciones neuronales, una serie de creencias que han distorsionado, en forma absoluta, su naturaleza.
Empezando por la mayor influencia producida en su percepción del universo, desnaturalizándola con brebajes religiosos que han entorpecido, y siguen entorpeciendo, el desarrollo natural de la inteligencia. Esas distorsionadoras creencias religiosas, constituidas en verdaderas fuerzas predominantes, han sido y son, las creadoras de la mayor parte de los obstáculos puestos en el camino del desarrollo natural y equilibrado de las sociedades humanas.
De las más distintas regiones de la Tierra surgieron, a través de los tiempos, una secuencia continuada de seres que, ayudados por la supina ignorancia de sus propias sociedades, imprimieron esas falsas creencias representadas en distintas deidades que el tiempo y siempre la consecuente ignorancia transformo en los supuestos dioses únicos: Jehová, el Dios Cristiano…? Y Alá. Hoy nos queda la trágica herencia de un endiosamiento lo suficientemente exacerbado como para mantener odios ancestrales y provocar todo tipo de enfrentamientos que destruyen la vida humana provocando, como siempre, sangrientos enfrentamientos entre individuos que tiempo A deberían haber superado esas absurdas rivalidades. Superados los odios y tener asumida una conciencia universal en la que no subsistan diferencias.
Ya, en los llamados “Tiempos Modernos”, y persistiendo la agobiante influencia de las distintas creencias religiosas, surgen los “Tiempos Políticos” de los que emana, primero el sistema capitalista iniciado en la Edad Media y adquiriendo un constante desarrollo, cambiando conceptos y mentalidades, provocando una carrera universal en que la codicia más desenfrenada es el principal objetivo impulsor. El concepto básico es: “cuanto más gano, mejor soy”. En este desarrollo histórico se intercala la Revolución Francesa. Los Derechos del Hombre. La abolición del culto religioso y el emplazamiento de La Razón en el trono de los Dioses, como objetivo de conducta cultural, político y ético.
Los poderes geopolíticamente establecidos hacen que estos objetivos propuestos por la comuna francesa, como un destello de sentido común histórico, se pierda ahogado por la abrumadora presión de los intereses creados. La Razón como objetivo sociopolítico, se pierde con las brumas napoleónicas.
La supuesta civilización continúa desarrollándose, el lema universal es: “APODERATE DE TODO LO QUE PUEDAS” y eso se aplica rigurosamente en todas aquellas regiones cuyas tierras impliquen cualquier tipo de riqueza. Se trafica con todo, incluyendo seres humanos y así llegamos a otra variante de lo político-religioso: EL MARXISMO.
El Comunismo Marxista que, quiérase o no, tiene en su aplicación práctica las mismas connotaciones que las distintas religiones en uso: hay que creer en el Dogma, prácticamente sin discutirlo. Esa ha sido la aplicación práctica que de esta doctrina socio-económica han hecho en la Unión Soviética, cuanto menos durante el tiempo (1917 a 1990) en el que el “Comunismo” fue aplicado como sistema socio-político-económico. Y ahí volvemos a caer en la eterna y omnipresente “condición humana”.
Transcurridas tres generaciones, aproximadamente, durante las cuales, usando y abusando del absolutismo político se cometieron todo tipo de crímenes y aberraciones, llegamos otra vez a la disolución de una sociedad impulsada por los egoísmos personales, la ambición y el abusivo uso del poder. De repente en Moscú hay más millonarios que en New York y otra vez la Iglesia Ortodoxa vuelve a enarbolar sus banderas y no precisamente para “excomulgar” a los criminales y ladrones, sino, bien al contrario, para seguir adorando “al becerro de oro”.
Este análisis y sus conclusiones llevaban a Sebas al eterno “callejón sin salida”. Cómo era posible que un supuesto y evolucionado ser humano, dueño de tantas y tan repetidas largas historias de deshumanidad, no haya encontrado un centro equilibrado por cuyo camino puedan desarrollarse sociedades con los mínimos básicos necesarios para una convivencia, aunque sea, relativamente, armoniosa.
Atrás quedaba Europa debatiéndose por primera vez, en sus distintas multinacionalidades y orientándose hacia la formación de un conglomerado de países que hasta entonces habían sido, de una manera prácticamente constante, rivales o enemigos. Encausados en el sendero de sus respectivas banderas, himnos y fronteras, lo que seguía manifestando la genuina incapacidad de las llamadas sociedades modernas, para encontrar caminos viables a una convivencia armoniosa. No solamente estaban las banderas, las políticas nacionales o regionales, sino que aparecían de forma persistente y violentas, ideas distorsionadas, que lamentablemente eran y son seguidas por masas populares que no tienen ni la más mínima percepción de la realidad , estas motivaciones populares no obedecían ni obedecen simplemente a tendencias naturales, sino que tienen origen en las efervescentes mentes de determinados hombres políticos cuya enfermiza mente, los lleva a distorsionar las realidades naturales de su propia existencia y la de los individuos con quienes coexisten. El objetivo declarado o sumergido de estas ideas y actitudes lanzadas para ser consumidas por mentes débiles, enfermizas o distorsionadas tiene como finalidad directa o indirecta la preeminencia y dominio personal.
El ser humano ha tenido, desde que empezaron a funcionar sus células cerebrales, a su alcance la posibilidad genuina de establecer normas de conducta y convivencia concordantes con su naturaleza evolutiva. Rara vez y en raros individuos se ha dado el caso de la auto-concientización de su propia realidad. Se ha orientado, y se sigue orientando, la mayor parte del tiempo, hacia fantasías y distorsiones que no obedecen en absoluto a su real condición humana. Ha buscado siempre realizarse auto-cristalizándose en imágenes ficticias olvidándose de su real identidad. Es en esa identidad donde tiene que encontrar la esencia de su condición y con ese auto-conocimiento en mano, establecer las normas de conductas que deben generarse y aplicarse en las sociedades humanas.
Es obvio que tanto en los individuos como en las sociedades, germinan ideas e impulsos que obedecen a lo más entrañable y natural del SER. Cualquier disociación conculcada que implique un desfasaje que oriente al SER fuera del cause de sus impulsos, conlleva a situaciones traumatizante que provocan conductas negativas.
Es difícil con la percepción masiva de las conductas sociales actuales, invocar sentimientos elevados a los individuos componentes de la sociedad: hablar de ÉTICA, hablar de DIGNIDAD, hablar de CONDUCTA RACIONAL, resulta algo difícil. Así como existen seres para quienes estos valores están consustanciados con su esencia como individuos, así también los hay que desconocen hasta el sentido de los mismos. Así como hay seres que obviando cualquier tendencia de orden político o religioso, por pura dignidad y confraternidad humana, destinan su vida o parte de la misma, a actividades absolutamente altruistas: lo observamos día a día, particularmente, en una, cada vez, mayor cantidad de entidades humanitarias o ONGs . Mujeres y hombres se identifican y cooperan, ayudando a sus semejantes más desfavorecidos y es ese impulso vital HUMANITARISTA, que implica e invoca a todos los seres humanos de cualquier condición. El objetivo máximo que debiera tener la humanidad. Debemos dejar de lado todo lo que implique crear diferencias, en todos los sentidos de la palabra: NO MAS DIFERENCIAS, ni políticas, ni religiosas. Esto no debe implicar en momento alguno la pérdida de la diferencia individual. El culto a la personalidad individual implica riqueza para el conjunto de la sociedad y debe permanecer y cultivarse. El culto al humanitarismo implica, esencialmente una igualdad, en términos de derechos y en términos mínimos de convivencia y bienestar.

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