miércoles, 17 de noviembre de 2010

JOSE COMBLIN

He leído el confuso relato del señor José Comblin. Seguramente partícipe de alguna orden religiosa cuyo nombre desconozco y también experto en teología, de hecho nada de lo que dice me convence, y no es porque me ponga automáticamente en posición negativa, sino por que de hecho todo su relato es algo confuso.
Que las religiones no están de moda, salvo algunos fanatismos islámicos, es un hecho sabido y en lo que a mí respecta el hecho de que las religiones aún existan es un complejo atávico producido por reminiscencias antropoides e ignorancias absolutas.
De hecho nada de lo que se pueda decir respecto a cualquier religión es ni puede ser divino, como no es ni puede ser divino el origen del ser humano.
La ciencia, el sentido común y la más mínima noción de lógica, confirman absolutamente que no hay ser alguno que pueda tener ascendencia divina de especie alguna. Todo surge de la confusión y la ignorancia de un cerebro cuyas células en formación no podían entender los fenómenos naturales que la tierra nos ofrece y son esos terrores basados en las más supinas de la ignorancia lo que en su tiempo llevó al ser humano a verse reflejado como una partícula divina. Grave error. Y ese grave error nos ha costado a través de miles de años las mayores desgracias que puedan vivir las sociedades conscientes.
El ser humano solo puede autoconcebirse y admitirse en toda su esencia como el natural producto de la naturaleza a la que pertenece lo que pueda tener fuera de su textura material, se centra en esas células cerebrales que centralizan sus sensaciones y provocan y promueven sus manifestaciones artísticas o culturales. De hecho lo único que trasciende de ese ser humano cuando desaparece es aquello que ha hecho y eso es lo único que puede trascender y ser apreciado o menospreciado. De hecho depende de cual haya sido su actitud y actividad durante su existencia material.
El Señor José Comblin, tampoco nos aclara mucho sobre este tema y rebusca en un pasado muy lejano y confuso algo para justificar creencias anodinas, muy adecuadas para cuando el cerebro humano comenzaba a percibir horizontes confusos, basados en la intuición y el desconocimiento real del sentido de la existencia.
Mi opinión sobre la práctica y el florecimiento y desarrollo del ateísmo tiene como objetivo manifiesto tornarnos libres. Libres de toda sumisión, libres de todo condicionamiento y libres para optar, dentro de ese concepto, por aquellas posibilidades efectivas que nos permitan realizarnos en el campo de una humanidad verdaderamente desarrollada consciente de su condición y consciente de que debe modificar todos los esquemas que sean necesarios para hacer que la convivencia humana se convierta en algo armonioso.

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